Carlos Manuel Vaquero Rodrigo
La Semana Santa es una
de esas épocas del año que son especiales para mí y que en opinión de algunos,
por ejemplo mis padres, “me gusta demasiado”.
En primer lugar, este instinto “semanasantero”
es algo que me viene de familia, en especial de mi tío, que sale en muchas
procesiones y me ha infundido este espíritu. A mis padres también les gusta la
Semana Santa, pero la viven de otra manera: les gusta verla y admirarla desde
fuera, sin participar en ella. Sin embargo, a mí lo que me gusta de verdad es
participar activamente, sentirme parte de ésta. Supongo que me habían educado
así desde pequeño cuando ya con seis
añitos salía en mi primera procesión.
Por otro lado, es mi ciudad, Zamora,
la que me empuja a formar parte de esta tradición donde se conmemora la pasión,
muerte y resurrección de Jesús y que desde hace varios siglos se celebra en
nuestra ciudad. La forma cómo siente Zamora esta semana también es muy
especial, porque aunque con el paso del tiempo las cofradías han aumentado
muchísimo el número hermanos, los habitantes de Zamora la siguen viviendo con
el mismo respeto que hace cinco siglos.
Para finalizar, otra de las razones
por las que me gusta tanto la Semana Santa es el gran valor de todas las tallas
e imágenes que procesionan a lo largo de una semana por las calles de Zamora; son
verdaderas obras de arte conocidas en toda España. No en vano, está catalogada
como un bien de Interés Turístico Internacional.