Marcos Braña Linares
Levantó
el ogro la mirada y al fondo vio a su esposa que estaba nadando en el estanque.
Entonces recordó el día en el que preguntó a todos los habitantes del bosque cómo
conquistar a aquella hermosa sirena.
Aquel
día los pequeños y divertidos duendes opinaron que lo lograría por medio de la
poesía, pero había que admitir que entre las cualidades del ogro no se
encontraba componer versos. Se dirigió al pequeño y cristalino río que pasaba
por allí y observó los suaves movimientos que realizaban las bellísimas ninfas.
Les pidió consejo pero estas, celosas de no ser ellas las amadas por el ogro,
decidieron no contestar. Se introdujo en lo más profundo del bosque donde
encontró a los simpáticos y bondadosos gnomos. Estos, dispuestos a ayudar, pensaron
que sería buena idea conquistarla mediante un hermoso ramo flores. Pero a decir
verdad, el ogro no podría sujetarlo en sus enormes manos. Se acercó hasta la
parte más frondosa del bosque, donde las hadas descansaban y recitaban bonitos
poemas. Cuando le vieron aparecer, echaron a volar y se alejaron de él, pues su
enorme y horrible cuerpo las atemorizó. Allí se encontró a dos criaturas
maravillosas, con aspecto de caballo y un cuerno recto en la frente, los
unicornios. Estas criaturas, que cabalgaban felices por el bosque, se acercaron
a él y, tras oír su pregunta, se echaron a reír y se marcharon. Como última
solución se dirigió a la cueva donde vivía el ser más poderoso del bosque, el
dragón. Entre llamaradas de fuego, el dragón le aconsejó que fuese a ver a su
amada y le transmitiera sus sentimientos con toda sinceridad.
Así
lo hizo y, gracias al consejo del dragón, a día de hoy el ogro disfruta viendo
a su esposa nadar en el estanque.