domingo, 16 de marzo de 2014

PRINCIPIO

                                                                                   Esther Ruiz Llamas

Habrían pasado unos treinta años desde la última explosión, cuando la gente del valle empezó a encontrar fenómenos extraños en la naturaleza. Unos niños habían visto palomas color carmín junto con las demás, una mujer decía haber visto un árbol de color rojo y unos hombres habían visto reflejos encarnados en el agua del lago.
Parecía como si la Tierra hubiera sido pintada entera de rojo. Hasta el cielo adquirió un tono bermellón que hacía que casi no se distinguiera el horizonte debido al parecido de los colores.
La gente no le dio importancia hasta que ellos mismos se volvieron de un llamativo color ladrillo, entonces se hicieron muchas investigaciones sin obtener ningún resultado.
La intensidad de la escala de rojos dejó ciegas a millones de personas en todo el mundo y las que no lo eran, eran consideradas videntes al mismo tiempo que culpables de todo lo malo.
Como las personas no lograron adaptarse a su ceguera y cada una actuaba por su cuenta, la sociedad se volvió inestable y justo cuando parecía que nada podía ir peor, se desató el caos.

Grandes llamaradas de fuego barrieron la Tierra dejándola estéril, sin vida: la Tierra había decidido empezar de nuevo.