Pedro José Marín Vega
El cierquino es esbelto y robusto, de porte majestuoso y
altivo, de color blanco roto. Es una mezcla entre ciervo y caballo. El bello
árbol de su cabeza, elemento distintivo de los machos. Sus doradas pezuñas
brillan cual espejos y sus esmeraldas de la cara, reflejo de su pureza. Su corpulencia
es mayor que la de cualquier equino conocido y la musculatura más evidente en
los machos.
Es tímido, astuto, inteligente y valiente cual caballero de
brillante armadura. Respetuoso con las personas, pero devorador cuando le
atacan. Solo es fiel a las personas con corazón puro, sin engaños ni mentiras,
son a las que entrega todo su poder.
Más activos cuando los rayos del sol se asoman por el
horizonte e incapaz de permanecer en el mismo prado dos días seguidos.
Le encanta vivir en el campo y tumbarse sobre el gran manto
verde adornado con lucecillas de diferentes colores, alimentándose de pasto,
gramíneas y conejos en verano. Pero en invierno de bellotas y de animales
rapaces, como el buitre, sus mayores enemigas.
En épocas de frío se refugia en cuevas y durante el verano
corre libre como los pájaros y vive feliz.