Javier Casas Lorenzo
Una vez abierto encontró una llave,
esta vez más grande y un mapa que conducía hacia una mina. Tras agotadoras
horas de camino sobre la suave y profunda nieve blanquecina llegó a una mina
abandonada por la que tuvo que entrar.
Tras muchísimo rato surcando las
profundidades de aquella fría y tenebrosa mina se paró a descansar. Cuando
estaba a punto de irse, giró la cabeza y ahí la tenía, una gigantesca puerta de
oro, la cual le conducirá a otro lugar diferente donde todos sus deseos se harán
realidad. Pero habrá que esperar para ver qué es lo que el niño pide porque
tardará mucho, mucho tiempo en pedir lo que él quiera.