miércoles, 3 de junio de 2015

LA IMPORTANCIA DE LA VIDA

                                                                            María Palacios Chimeno
 
 
 
Apoyada sobre la valla de madera, divisaba, fijamente, la perfecta línea del horizonte que tenía delante de mí, cuando, capté aquella silueta que quedaba dibujada en el cielo por la sombra dejaba sobre ella la rosa, magenta y azul, puesta del Sol.
     Al principio me pareció una pequeña casa, pero a medida que me fui acercando, y la vi con más claridad, me sorprendió ver que se trataba de una iglesia.
     Estaba situada sobre un manto verde, esperanza, formado por las plantas que había todo a su alrededor, en el valle, que quedaba, entre las montañas, situadas, en medio de la nada.
     Era una iglesia románica, lo cual, pude apreciar por sus escasas ventanas, formadas por arcos de medio punto, y los contrafuertes. Era bastante alta, más de lo que una persona tiene en su cabeza cuando escucha las palabras ‘Iglesia Románica’, y claramente, formada por sillares regulares de piedra, en tonos que iban desde el color crema hasta el canela.
     Parecía una iglesia de planta basilical, con tres naves, lo cual, pude comprobar cuando entré por el pórtico de ese mismo estilo, románico. Estaba sustentada por columnas con motivos religiosos en sus capiteles, que representaban escenas de la vida de Jesús, que llevaban, hacia un altar, sobre el que había una gran cúpula. Sin embargo, lo que más me llamó la atención, fue cómo, de alguna manera, aquella construcción, me había hecho remontarme a los tiempos pasados, y poder sentir, de esta manera, lo difícil que era la vida, porque no sabemos apreciar las cosas hasta que nos damos cuenta de su valor, por eso, hay que vivir la vida que se quiere, apreciar las cosas que uno tiene, y disfrutarla, porque es demasiado corta.