lunes, 25 de abril de 2016

ESCENA FAMILIAR

                                                                    Ana San Franciso Reyes


     Sobre un escenario lúgubre, apagado y sucio descansan una serie de objetos y personajes que, en perfecta composición, reflejan la desolación y la pobreza que se vivía en España durante los primeros años del siglo veinte.
     La habitación pequeña y polvorienta, está escasamente decorada con una balda sobre la que se apoyan sencillos útiles de cocina y en la pared colgados sin un orden específico hay un par de sartenes de hierro, una ristra de ajos, una cesta ya desgastada por el uso y una pequeña lámpara de aceite. Asimismo, cuelgan dos piezas de tela que bien podrían ser mantas.
     Sobre la pared agrietada se apoyan una escoba, un bastón y una vasija. Junto a estas hay una mesita de madera sobre la que se sitúan algunas patatas, un plato y un cuenco de barro.
     Hacia la izquierda se encuentra una puerta de madera muy deteriorada que da a un pequeño pasillo. En la parte inferior, y con el fin de que la puerta no se cierre, hay un gran recipiente de barro junto a un barreño lleno de paja en cuyo interior hay una pequeña olla de barro.
     Mirando la fotografía de izquierda a derecha, se ve a una mujer aparentemente anciana, vestida con ropas viejas y humildemente peinada trenzando con gesto serio a la niña que está sentada sobre una viga de madera. Viste con prendas simples, rotas y sucias y sujeta entre sus manos un objeto alargado, mirando al fotógrafo con expresión incierta.
     Hacia la derecha, otro niño, esta vez sentado en el suelo, está comiendo con una cuchara de madera de una cazuela de barro. Su ropa parece sucia y estropeada; tienen los zapatos rotos y los tirantes muy desgastados. Mira hacia el frente pensativo y serio y al estar de perfil muestra unas patillas peculiarmente recortadas. Junto a él hay un cesto de ropa y una piedra plana probablemente utilizada para lavar.
     Detrás del niño, sentado sobre la mesita, un hombre de avanzada edad ocupando el centro de la imagen, está pelando patatas. Lleva puesta ropa sucia y desgastada y porta una barba muy poblada y canosa, la cual le da un aspecto tosco. Sus manos oscuras, casi negras, por el trabajo y la exposición al sol de la tarde y una vida dura dedicada al trabajo, mira con seria, resignada y silenciosa tristeza a los pequeños que juguetean a su izquierda.
     La niña que está dentro de una cuna viste con un camisón blanco y dirige una mirada triste y perdida la cámara.
     El niño, aparentemente más pequeño, intenta impulsarse para subirse a la cuna de barras metálicas, apoyando una de sus piernas en una silla de mimbre. Lleva una camisa y unos calcetines de rayas, pero no pantalones, de manera que al estar de espaldas al fotógrafo, muestra el trasero.
     Esta imagen provoca una gran tristeza mostrando la paupérrima vida de una familia Zamorana por la escasez de recursos durante la época en la que fue realizada la fotografía.