Lucía García Bobillo
Telmo
Yáñez es el hijo de un lathomus, un maestro constructor, el día de su
décimocuarto cumpleaños pasó a ser aprendiz. Pero, después de un año y medio,
Telmo tiene que partir de Navarra hacia Bretaña donde trabajará como imaginero
construyendo una estatua dedicada a San Miguel. No obstante, descubren que
tanto la estatua como la catedral están dedicados al diablo, esa misma noche
los encierran en la fortaleza de los aquilanos y empieza a sonar la campana
convocando a Lucifer. Sin embargo, son rescatados y Telmo y Erik destruyen la
campana gracias a la pólvora de Ben Mossé.
Respecto
a la historia al principio me costó mucho empezar a leerlo pero después de un
par de intentos conseguí avanzar y resultó ser entretenido. A medida que
avanzaba era más fácil que me quedase enganchada
puesto que el relato era ameno e interesante.
Telmo
es un chico de catorce años con un talento natural para la imaginería y que
quiere llegar a ser un lathomus, como su padre.
Por
otra parte, los tres templarios que le acompañan parecen unos vikingos,
provenientes del norte: Erik
es alto, fornido, tiene el pelo castaño y una frondosa barba y una cicatriz que
le cruza el rostro en diagonal.
Gunnar
es enorme, tiene el pelo rubio, trenza y una barba de la cual penden numerosos
aretes de hierro.
Y,
por último, Loki es bajo de estatura, delgado, moreno, lleva el pelo corto y
una perilla pero, a pesar de su estatura, es muy astuto y audaz.
El
vocabulario me ha parecido sencillo y asequible y el autor utiliza
muchos adjetivos.
La
historia me ha parecido muy interesante porque yo no sabía lo que era un
imaginero y también porque trata sobre el libro del Apocalipsis del cual no se
suele hablar.