El
célebre cómic “Arrugas” relata cómo Emilio, un anciano al que meten en una
residencia, conoce a Antonia, Dolores Ernesto y Miguel, su compañero de
habitación. Miguel quiere divertirse, y se aprovecha de los ancianos
incapacitados. A lo largo de la historia, Emilio va empeorando a causa del
alzheimer y Miguel aprende a ayudar a los demás. Suben a Dolores y a Ernesto al
piso de los asistidos. Antonia, Miguel y Emilio intentan fugarse. Su plan
fracasa y Emilio está peor. Lo suben al piso de los asistidos, y Miguel decide
acompañarlo.
La duración de la introducción, el
nudo y el desenlace está equilibrada. El paso del nudo al desenlace es de forma
progresiva, no hay un clímax marcado.
Los personajes son realistas y la
mayoría redondos. Están muy bien definidos y elegidos. Emilio, el protagonista,
es un personaje que inspira compasión. Miguel al principio es un aprovechado
que hace que los otros ancianos le den dinero, pero al conocer a Emilio y a su
alzheimer, aprende que debe ayudar a los demás a soportar su “mal vivir”, como
él dice. La historia entre Dolores y Ernesto me parece enternecedora, sobretodo
la cara que pone él cuando Dolores le dice “tramposo”. Antonia también es muy
creíble, me recuerda a mi propia abuela, guardando los sobrecitos de ketchup y aceite para su nieto. Los
demás personajes, aunque tienen menos importancia, están muy bien elaborados.
El vocabulario es sencillo y de la
adjetivación no hay mucho que decir, pues en el cómic los adjetivos son los
dibujos y hay poco texto.
A pesar de no haber demasiadas
letras, cuenta mucho. La historia de la vejez es un tema que en las obras
literarias dirigidas a jóvenes se suele evitar. Nunca queremos pensar en qué
nos pasará después de los sesenta o en cómo estarán las personas que ahora nos
rodean. Creo que esta historia me ha ayudado a comprender mejor a mis mayores.
Además, los colores marrones del dibujo crean un ambiente cálido pero triste
muy adecuado. También es bonita la metonimia de la portada, el Orient Express
que avanza según la vida se está acabando.
Cuando terminé de leer, por un
momento tuve que pararme y pensar: “no, yo no tengo alzheimer, creo que me metí
demasiado en el papel…”