Virginia Álvarez Sánchez
El
caballo manso vivía en un cercado, y el caballo salvaje vivía en la montaña.
Mas su destino era encontrarse y había llegado la hora. El caballo salvaje
relinchaba: “Amor, trotemos a la montaña”. El caballo preso decía bajito: “Ven
tú aquí; vivamos los dos en la cerca”. Decía el caballo libre:”Entre vallas no
puedo trotar”. “¡Ay!”, decía el caballo preso. “¿Sabré yo trotar entre tanto
obstáculo?”.
El
caballo libre relinchaba: ”Amor mío, relincha canciones del campo”. El caballo
preso decía:”Estate a mi lado, te enseñaré la canción de los humanos”. El
caballo libre cantaba;”No, no, no; nadie puede enseñar las canciones”. El
caballo preso decía: “¡Ay! Yo no sé las canciones del campo”.
Su
amor es un anhelo infinito, mas no pueden volar crin con crin. Se miran y se
miran a través de las maderas del cerco, pero es en vano el deseo. Y trotan
nostálgicos y relinchan: “Acércate más, acércate más”. El caballo libre grita:
“No puedo. ¡Qué miedo tu cerco cercado!” El caballo preso relincha bajito: “¡Ay!
No puedo mis patas se han roto!”