jueves, 12 de febrero de 2015

JOSÉ GUTIÉRREZ FILUCO

                                                                   Alberto Gómez San Segundo



En esta fotografía en blanco y negro podemos observar lo que podría ser una familia constituida por siete miembros, que están situados a la puerta de una casucha miserable, que da una impresión paupérrima.
Hay cuatro niños y dos personas ancianas. Una de ellas, una mujer mayor, con pelo canoso y recogido en un moño, se encuentra situada a la izquierda de la foto. Delante de ella, apoyada sobre sus piernas y sentada en un pequeño banco de madera, observamos a una de las niñas, con ropas mugrientas y pelo desaliñado, que mira a cámara mientras la anciana intenta atusarle el pelo.
En el centro de la foto, sentado en el suelo, se halla un niño con un platito de patatas entre las piernas, y una cuchara de madera en la mano.
Los otros dos niños están en una especie de cuna, uno de ellos semidesnudo, dándonos  la espalda e intentando aparentemente subir a la cuna donde se encuentra recostada otra niña, que mira a cámara con una mirada rota. A su lado, observándoles, se encuentra el anciano apoyado sobre una vieja mesa de cocina y que les vigila mientas pela patatas con su navaja y sus manos de carbón.
La apariencia de la casa es muy pobre. Está desordenada, sucia y desvencijada. La puerta es mugrienta y astillada, hay unos pocos utensilios y prendas colgadas en la pared: una cesta, dos sartenes diferentes, un candil, y una pequeña balda inestable, con vasijas de porcelana viejas. También hay dos ropajes, probablemente sean edredones para la cunita u otro tipo de lecho. No hay decoración alguna, y el suelo, carente de baldosas, está parcialmente mojado.
La pobreza está presente en esta fotografía, conviviendo en la rutina de la familia. Es lo más impactante sin duda, porque, al observarlo, provoca una pena profunda.